El estrés oxidativo se refiere a diversas alteraciones que estimulan la producción de especies reactivas de oxígeno (ERO) o atenúan las defensas antioxidantes. El estrés oxidativo interviene en la patogenia de algunas enfermedades relacionadas con el estilo de vida, entre ellas ateroesclerosis, hipertensión arterial, diabetes mellitus, enfermedades isquémicas y cáncer, aunque también los padecimientos gastrointestinales como la úlcera péptica y la gastroparesis se caracterizan por disfunción de las propiedades antioxidantes. Un antioxidante es una molécula capaz de retrasar la oxidación de otras moléculas, como proteínas, lípidos y ácidos nucleicos. Los antioxidantes son agentes reductores y se obtienen en general a través de la dieta y como complementos. Entre los principales antioxidantes se destacan los β-carotenos, las vitamina A, C y E; el selenio; y los compuestos como los polifenoles y tioles.1 Sin embargo, hay también compuestos que se forman endógenamente con propiedades antioxidantes. La ghrelina, proteína que se produce en el estómago, induce la sensación de hambre y estimula la motilidad gástrica, aunque también ejerce una actividad gastroprotectora por su efecto antioxidante y antiinflamatorio.2
Algunas enfermedades hepáticas también se han vinculado con el estrés oxidativo, por lo cual los antioxidantes son potenciales terapéuticos. En un análisis de 20 ensayos clínicos que incluyeron a 1 225 participantes no se encontró evidencia que sustentara o refutara los beneficios de los complementos de antioxidantes (vitaminas A, C, E, β-carotenos o selenio) en la enfermedad hepática.3
El café es una de las bebidas más extensamente consumidas en el mundo. Datos epidemiológicos indican que el consumo de café protege contra la progresión de enfermedades hepáticas crónicas y desarrollo de hepatocarcinoma y diabetes. La cafeína y otras metilxantinas que contiene el café inducen a las glucuronosiltransferasas, que tienen capacidad antioxidante y citoprotectora;4 la cafeína, además, es capaz de inducir la degradación proteosómica del factor de crecimiento transformante β (TGF-β),5 proteína relacionada con el crecimiento y la diferenciación celular.
La biodisponibilidad de óxido nítrico (NO) mejora la disfunción endotelial hepática, lo cual disminuye la resistencia vascular intrahepática y la hipertensión portal. La administración aguda de sildenafilo incrementa la producción hepática de NO con una reducción de la resistencia hepática sinusoidal en pacientes cirróticos y aumenta la vasodilatación en respuesta al NO en el hígado de rata con cirrosis hepática.6
La dieta mediterránea, caracterizada por un elevado consumo de aceite de oliva virgen, atenúa el riesgo de sufrir enfermedad cardiovascular y sus factores de riesgo relacionados, como el perfil lipídico, la presión arterial, el metabolismo de la glucosa y el perfil antitrombótico; también se modulan positivamente la función endotelial, la inflamación y el estrés oxidativo. Algunos de estos efectos se atribuyen no tanto al ácido oleico, sino a muchos otros componentes que se encuentran en el aceite de oliva virgen en cantidades sustancialmente menores, por ejemplo los componentes fenólicos (OH-tirosol y tirosol).1,7-11 Sin embargo, también se ha demostrado que la ingestión de grasa monoinsaturada (ácido oleico) puede proteger contra el deterioro cognitivo relacionado con la edad y enfermedad de Alzheimer. La evidencia apoya constantemente que la dieta mediterránea es también consistente con un envejecimiento saludable y una mayor longevidad.1 El efecto protector del aceite de oliva virgen puede ser importante en las primeras décadas de la vida, por lo que se sugiere iniciar su consumo antes de la pubertad y mantenerlo a lo largo de la vida.
Los olivos contienen más de 16 g/kg de acteosides, tirosol, OH-tirosol, ácido fenilpropiónico, escualeno, terpenoides y ácido oleico resistente a la peroxidación;11 además, el aceite de oliva extravirgen contiene secoiridoides y lignanos en abundancia. Por lo tanto, el aceite de oliva mejora el perfil lipídico, produce un ambiente menos protrombótico y ejerce efectos antioxidantes y antiinflamatorios, por lo que confiere una mayor capacidad de protección endotelial.12
La granada posee una gran variedad de acciones biológicas que la hacen útil en la prevención de algunas enfermedades mediadas por inflamación, como el cáncer. Se han estudiado las propiedades antioxidantes de las semillas, cáscara y jugo, y también se ha establecido que la granada tiene efectos antiproliferativos, antiinvasivos y antimetastásicos, e induce la apoptosis, además de inhibir la activación de vías inflamatorias.13
A pesar de los avances significativos de los últimos años en este campo, se requieren aún más estudios para demostrar los beneficios reales del consumo de alimentos con capacidad antioxidante para definir los mecanismos específicos de su acción y la magnitud de su efecto clínico.