Hemos leído con gran interés el comentario de Salvador IJ y Rivera BI1 sobre las recomendaciones de Valdovinos-García et al. (2025) respecto a la prescripción y deprescripción de los inhibidores de la bomba de protones (IBP)2. En particular, el algoritmo terapéutico propuesto para el uso de los IBP en los pacientes de las unidades de cuidados intensivos (UCI). Tras revisar el algoritmo con las recomendaciones publicadas, consideramos que refleja las indicaciones del consenso original, especialmente en cuanto a las condiciones clínicas y los factores de riesgo que justifican la profilaxis con los IBP en la UCI. Según nuestro consenso, «se recomienda el uso de profilaxis con los IBP en los pacientes admitidos a la unidad de terapia intensiva con factores de riesgo para úlceras por estrés», lo que sienta la base para restringir el uso de los IBP en las UCI, e unificarlos únicamente a aquellos casos de riesgo elevado. El algoritmo comentado incorpora correctamente los principales factores de riesgo mencionados en el consenso: la ventilación mecánica prolongada (más de 48h) y la presencia de coagulopatía. Estos 2 factores han sido identificados por los expertos como los de mayor peso para precipitar hemorragia digestiva por úlcera de estrés en los pacientes críticos, con razones de riesgo estimadas de 15.6 para la ventilación >48h y 4.3 para la coagulopatía. En este sentido, el algoritmo propuesto por Salvador y Rivera está en línea con las recomendaciones originales, al exigir la presencia de ventilación mecánica >48h o coagulopatía para indicar un IBP en la UCI3. Vale la pena destacar que el artículo original reporta que el sangrado gastrointestinal clínicamente significativo en la UCI ocurre en ∼1% de los pacientes críticos sin profilaxis, pero pese a su baja frecuencia constituye una causa importante de mortalidad. Precisamente por ello, la profilaxis con IBP está indicada en aquellos pacientes de la UCI con riesgo alto, ya que puede reducir la incidencia de hemorragia alrededor de un 60%. Si el algoritmo del comentario considera factores adicionales (p. ej., otras comorbilidades o situaciones de estrés fisiológico extremo en la UCI), conviene aclarar que el artículo original no los menciona de forma explícita como indicaciones primarias para profilaxis. Los autores del consenso enfocaron su recomendación en los 2 factores con respaldo estadístico más sólido (ventilación mecánica prolongada y coagulopatía), esto no excluye que existan otros contextos clínicos que incrementen el riesgo de sangrado (como el choque séptico, grandes quemaduras, trauma cerebral, uso de altas dosis de corticoesteroides, etc.)3–5, sino que indica que la evidencia disponible otorga especial importancia a la ventilación prolongada y a la coagulopatía. En la práctica, estos otros factores suelen considerarse relevantes cuando se acumulan o se suman a los mayores; sin embargo, el consenso no los enumeró, posiblemente para priorizar la concisión y la evidencia de mayor calidad. En cualquier caso, el núcleo del algoritmo —restringir la prescripción de los IBP en la UCI a los pacientes con riesgo significativo de sangrado— concuerda con el espíritu de las recomendaciones originales.
Además, queremos reforzar la validez del algoritmo en lo concerniente a la deprescripción del IBP una vez que el paciente deja de estar expuesto a los factores de riesgo en la UCI. En las recomendaciones señalamos claramente que no existe diferencia significativa entre distintas dosis o vías de administración del IBP para estos fines profilácticos, por lo que se recomienda usar la dosis estándar y mantener el tratamiento solo mientras el paciente presente los factores de riesgo, suspendiéndolo cuando dichos factores se hayan resuelto. Esta indicación es fundamental para evitar tratamientos innecesariamente prolongados con IBP en el paciente crítico. De hecho, los autores del consenso subrayan que los IBP se encuentran entre los fármacos más sobreutilizados: hasta dos terceras partes de los pacientes que los toman carecen de una indicación apropiada para su uso crónico. Por tanto, suspender el IBP en ausencia de una indicación clara (como lo sería la profilaxis en un paciente que ya no está intubado ni coagulopático) es considerado una buena práctica clínica.
En conclusión, el algoritmo terapéutico propuesto en el comentario de Salvador y Rivera para el uso de IBP en los pacientes de la UCI es consistente con las recomendaciones de Valdovinos-García et al. (2025). Dicho algoritmo refleja adecuadamente que la indicación de profilaxis con IBP debe limitarse a los pacientes críticos con alto riesgo comprobado (principalmente ventilación mecánica >48h o coagulopatía), y coincide con el consenso original en desalentar el uso de IBP cuando no existen tales factores de riesgo. Esta congruencia, respaldada por los datos del artículo original, refuerza la validez del algoritmo y aporta claridad en la aplicación práctica de las recomendaciones, enfatizando tanto la utilización criteriosa de los IBP en la UCI como su deprescripción oportuna una vez superadas las condiciones de riesgo.
FinanciaciónNo se recibió patrocinio de ningún tipo para llevar a cabo este artículo.
Conflicto de interesesEl autor declara no tener ningún conflicto de intereses.