En la actualidad se reconoce a la infección por Clostridium difficile (C. difficile) como la principal causa de diarrea nosocomial en los países desarrollados. En la última década se ha reportado un incremento dramático en el número de casos. Por ejemplo, en Estados Unidos y Europa se estima que anualmente ocurren entre 450.000 y 750.000 casos, con un costo estimado cercano a los 3 billones de dólares anuales1,2. Sin embargo, este incremento en la incidencia es global, ya que se encuentran reportes epidemiológicos provenientes de países con poblaciones raciales diferentes como Corea, Irán, Arabia Saudita, Jordania y Brasil3–5.
En una búsqueda realizada hasta Abril de 2012 en PubMed bajo el término “Clostridium difficile”, llama la atención que existen al menos 7.506 publicaciones, y contrastante resulta el hecho de que sólo 11 de estas publicaciones están realizadas en México6–16. La mayoría de estas referencias son casos clínicos aislados, y siete de estos trabajos fueron publicados antes del 2012. Estos datos nos hacen reflexionar si es que acaso esta infección es “rara” en nuestro país, o debido al desconocimiento de la entidad no se busca adecuadamente, por lo que probablemente existe un subdiagnóstico de ésta. Los datos y publicaciones en otros países apoyan más este último hecho.
En el presente número de la Revista de Gastroenterología de México, Ramírez Rosales et al.17 evalúan la mortalidad asociada con infección por C. difficile en una serie de 66 casos, de un hospital privado del norte del país. Los resultados resultan interesantes y demuestran que la mortalidad por esta entidad puede ser cercana al 10%. Todas las defunciones ocurrieron en sujetos hospitalizados en la Unidad de Cuidados Intensivos, fueron pacientes de mayor edad y tenían el antecedente de uso de antibióticos de forma intrahospitalaria. Tradicionalmente, el uso de antibióticos de amplio espectro se ha considerado como el factor más importante asociado a la infección por C. difficile. Más recientemente, el uso crónico de medicamentos que suprimen la acidez gástrica como los bloqueadores de los receptores H2 y los inhibidores de la bomba de protones (IBPs), también se han asociado con esta infección. En el trabajo de Ramírez Rosales et al.17 no se demostró que los IBPs ni los bloqueadores H2, se asociaran con mayor mortalidad por el C. difficile. El único otro estudio publicado en México8 al respecto, un estudio de 113 casos de un hospital de tercer nivel, determinó los siguientes factores de riesgo asociados con la infección por C. difficile: uso de bloqueadores H2 (RM: 21,73, IC 95%: 7,14-66,67, p<0,001), edad menor a 65 años (RM: 10,21, IC 95%: 2,74-38,00, p<0,001), uso previo de cefalosporinas (RM: 3,41, IC 95%: 1,56-7,46, p=0,002) y fluoroquinolonas (RM: 3,11, IC 95%: 1,12-8,62, p=0,029), y finalmente la hospitalización en Unidad de Cuidados Intensivos (RM: 2,76, IC 95%: 1,38-5,49, p=0,004).
Aunque los resultados de Ramírez Rosales et al.17 son importantes y el estudio representa un serie de casos excepcional, tiene limitantes que deben ser consideradas como el hecho de que es una cohorte retrospectiva, los autores no describen cuáles fueron los antibióticos que más se asociaron a la infección por C. difficile, y se desconoce cuántos casos desarrollaron colitis pseudomembranosa, ya que no se hace referencia a si se realizaron estudios endoscópicos, ni si hubo casos de megacolon tóxico.
Finalmente, mientras en otras partes del mundo es clara la situación emergente de la infección por C. difficile (incluso se reporta un incremento de casos de infección adquirida en la comunidad)18, y se avanza en el conocimiento molecular de este bacilo que incluso ha permitido la identificación de cepas hipervirulentas (cepa Norteamericana tipo 1)19 o se plantean nuevas opciones de tratamiento, como el uso de un antibótico específico (fidaxomicina)20 o incluso el trasplante de materia fecal21. En México desconocemos la prevalencia y el comportamiento real de esta infección. Creo que uno de los mensajes más importantes del estudio de Ramírez Rosales et al.17 es lo plasmado por los autores en su conclusión: la obligación que tenemos los médicos de considerar la existencia de esta infección y tener una vigilancia estrecha en la población de alto riesgo, en otras palabras es tiempo de que nos preocupemos por el C. difficile en México.
FinanciamientoNinguno.
Conflictos de interésDr. José María Remes-Troche es Miembro del Consejo Asesor de Takeda Pharmaceuticals, Alfa-Wasserman y Janssen. Ponente para Nycomed-Takeda, Astra-Zeneca y Bristol-Myers-Squibb.