Deseamos agradecer a los doctores Gómez y Jara por sus esclarecedores comentarios sobre nuestro estudio «Prevalencia y características de la enfermedad por reflujo gastroesofágico en mujeres embarazadas». Agradecemos la oportunidad de discutir y aclarar ciertas preocupaciones respecto a nuestra metodología.
Una de las observaciones realizadas fue respecto a la importancia de la actividad física para prevenir la enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE) durante el embarazo, señalando que los niveles de actividad física moderados a altos podrían disminuir el riesgo de ERGE. Mientras reconocemos la asociación entre la actividad física y el riesgo de ERGE, también observamos que el impacto del ejercicio físico sobre el riesgo de ERGE es variable, dependiendo del tipo y de la intensidad de las actividades. La actividad física moderada podría tener un efecto protector1, pero el ejercicio vigoroso podría exacerbar los síntomas de ERGE al retrasar el vaciado gástrico2,3. Además, la investigación que examina específicamente el papel protector de la actividad física contra la ERGE es actualmente escasa. Reconocemos esta laguna en la literatura y estamos de acuerdo en la necesidad de estudios prospectivos controlados para explorar regímenes de actividad física de manera segura y efectiva para mujeres embarazadas en riesgo de ERGE.
Otra observación es respecto a la interacción entre actividad física y obesidad, lo cual es un riesgo bien conocido para ERGE. Mientras que la circunferencia abdominal elevada se reconoce como un factor de riesgo para el reflujo durante el embarazo4, nuestra investigación previa dentro de esta misma investigación indicó que el índice de masa corporal (IMC) previo al embarazo y el IMC actual no tenían asociación significativa con la ERGE en el embarazo5. Además, observamos que la prevalencia de ERGE se incrementó en el tercer trimestre, en comparación con los trimestres anteriores. Estos hallazgos sugieren que los efectos mecánicos de la presión abdominal incrementada por el agrandamiento del útero contribuyen probablemente más al desarrollo de ERGE que la obesidad resultado de una actividad física disminuida durante el embarazo. De tal manera que, aunque la obesidad es un factor de riesgo reconocido para ERGE en la población general, no creemos que juegue un papel sustancial en el inicio del reflujo durante el embarazo.
Con respecto a la observación sobre la influencia de los hábitos alimentarios sobre la ERGE durante el embarazo, particularmente sobre la metodología relacionada con la obtención de datos sobre hábitos alimentarios y su asociación con ERGE, el objetivo principal de nuestro estudio fue reportar la prevalencia y las características clínicas de la ERGE en el embarazo. Sin embargo, sí evaluamos los hábitos alimentarios, con enfoque particular en los patrones de alimentación y horarios, los cuales obtuvimos en mucho detalle en un estudio anterior5. En esa investigación no profundizamos en los tipos específicos de alimento consumido, sino que nos enfocamos en los patrones generales de alimentación y horarios, en particular el tiempo corto entre alimento y el momento de acostarse a dormir (MTBT, por sus siglas en inglés), el cual identificamos como un factor de riesgo significativo5. Registramos la comida principal con base en el tamaño total y la densidad calórica, tal y como lo reportaron los participantes, definiendo un MTBT «corto» como dos horas o menos. Para una comprensión detallada de nuestra recolección de datos y métodos de análisis, invitamos a los lectores a revisar la sección de metodología de dicha publicación.
En conclusión, es esencial continuar la investigación con mujeres embarazadas para poder ampliar la comprensión de los factores asociados con el reflujo en esta población vulnerable. Esto nos permitirá aliviar la carga de la ERGE, no solo por medio de intervenciones médicas, sino también por medio de la promoción de cambios de estilo de vida para mejorar la calidad de vida durante el embarazo.